Cómodo entre toda aquella naturaleza invisible
calmo y quieto sin levantar sospechas.
Allí se encontraba entre tanta luz y movimiento,
albergando expectativas de contacto casi improbables.
Arrastraba su pecado, como el resto de su especie,
y su único plan era prevalecer y sobrevivir al olvido.
Era el castigo devastador de una herencia maltrecha.
Era un carácter forjado en la penumbra más fértil.
La magia de la imperceptibilidad quedaba al descubierto,
y para él, el misterio estaba en lo evidente y palmario.
Gozar del roce del agua al brotar, doler con el clavo ardiente.
Encontrar electricidad en los sonidos que le envolvían.
Nacen sin querer para dar sentido cualquier otra vida.
Viven bajo el yugo del desconocimiento y el rechazo.
Se alimentan de historias ajenas disfrazadas de medias verdades.
Y se extinguen con el caer de las flores, sin avisar.
Vagan por las calles, silenciosos.
Con cadenas que anuncian resignación.
Y mientras los días persistirán sin ellos, sin melancolía,
por su esencia, minúscula e intangible.
Pero su tesoro es incalculable y poderoso,
En sus entrañas ruge todo aquel amor guardado.
Desperdiciado y condenado en el vació habitado,
buscando un ser valiente sobre el que posarse.
Preciosa riqueza léxica. Se nota que sabes lo que haces y de lo que hablas.
Un saludo 🙂
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Muchas gracias Natalia.. A veces es suficiente con dejarse llevar bajo el influjo de una buena melodía, o algo así.. 😉
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