Soledad sonora

 

 

 

 

 

A las dos y cinco, en aquella semiluz apesadumbrada
a la hora en la que las ideas decidían salir a volar,
allí con su queridísimo y fiel amigo can,
dormido pero soñando carreras nunca celebradas,
justo a esa hora visualizaba ansiados criptogramas.

Años buscando palabras clave, excepcionales conceptos,
horas y horas investigando el diccionario sin éxito.
Días sin dormir escudriñando la imagen impecable,
ese momento que dignificara todo aquel tiempo invertido.

La realidad era un reto difícilmente accesible,
especialmente en su estado de bloqueo espiritual.
Pero la inspiración se podía hacer hueco en cualquier momento.
Y estar alerta le mantenía con vida y deseo.

De repente su gesto esbozó una sonrisa, ilusionante.
En la quietud de la noche, tranquila y silenciosa,
bajo la épica del influjo de una melodía envolvente,
logró descifrar aquella soledad sonora, y toda su inmensidad.

Sus motores sensoriales colapsaron premeditadamente;
y estalló una indescriptible colisión sinestésica,
una conjunción emocional perfectamente orquestada,
propiciada por un deambular mental casi extenuante.

Tras unos minutos su ánimo era ya calmo y sereno,
en paz consigo mismo a pesar de todo.
Asumiendo la situación como quien se deja hacer por su inalterable destino.

La música haciendo su magia, vistiendo el momento;
desmontando el orden natural de lo preestablecido.
Armando el puzle impredecible de la vida.

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Cobain

 

 

 

 

 

En las noches claras las estrellas brillan,
como si tuvieran vida propia parpadean
utilizando su hermoso lenguaje universal,
tratando de comunicarse con receptores latentes.

Él era una de esas, de las más oscuras.
De esas que sólo albergan profunda tristeza,
tras una apariencia de calma y normalidad frágiles.
Detrás de una vida que tomó prestada casi sin pedirlo.

Una vida que le sobrevino hasta la angustia máxima,
que le ahogaba sin miramientos cada día más y más.
Una vida entremezclada con la enfermedad del ser,
con el coqueteo arriesgado de la muerte circundante.

Voz tenue y apariencia quebradiza,
se subía tantas noches al escenario,
como un semidiós de carne y hueso,
alimentando su simulado ego.
Manos descuidadas, pero delicadas,
apuntalando siempre notas certeras.
Siempre con aquella expresión reservada y melancólica,
habitando entre la paranoia y el ahora.

Imagen icónica de una generación,
juguete roto por una realidad atroz,
que devora y no perdona pasos en falso,
y cuya música siempre evocará esa lánguida media sonrisa.

En esta noche clara, en estos días inciertos,
un libro me ha devuelto a tus melodías.
Y, a pesar de tu inmortal legado musical,
pienso en tu dramático paso por este mundo,
en la enorme pena por la que transitaste,
y el gran alivio final. GRACIAS.

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Preguntas sin respuesta

Son esos los mares sin surcar,
los que esconden los mejores tesoros.
Son aquellos interrogantes eternos,
los que nos mantienen atentos.

Conjugo a menudo el verbo dudar,
y me jacto de mi ignorancia supina.
Porque resulta divertido y estimulante,
situarse frente a la inmensidad del desconocimiento.

Por ejemplo,
¿por qué nos escondemos y amparamos en dioses que nosotros mismos nos inventamos?
¿Será la estupidez humana la causante del fin de los días?
¿Desde cuándo existen las estrellas?
Una universal, ¿qué pasa más allá de la muerte?
¿Tiene la poesía y la escritura algún poder sanador?
¿Dónde acaban los deseos no cumplidos?
¿Existe el amor infinito?
¿Por qué no se puede pensar en nada?
Si las utopías son inalcanzables, ¿es su no-ser su razón de ser?
¿Tienen límites la necedad y la maldad?

Jugar a las preguntas sin respuestas,
así paso estos días de encierro voluntario,
ahondando en los misterios más repentinos,
para volver a un mismo punto de partida.

Pero no dejemos de reflexionar en esas cuestiones,
practiquemos el interrogante y la cábala,
ejercitemos el músculo del pensamiento más o menos profundo,
y abracemos las limitaciones de nuestro conocimiento.

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Oda al recuerdo

 

 

 

 

 

Muy a menudo recuerdo,
mucho menos de lo que me gustaría,
pero mucho más de lo que a veces querría.

Recuerdo las manos de mi madre vistiéndome en la playa,
después de una tarde de juegos coloreada con un bello sol vespertino.
Recuerdo esos veranos familiares rodeado de cariño y consentimiento,
y ahora tomo consciencia de mi indudable fortuna.

Recuerdo proteger a mi hermano de pequeño,
y con los años enfrentarme a su descaro.
Recuerdo una adolescencia sana y llena de normalidad,
quizás hasta demasiada, para un romántico como yo.

Recuerdo mis primeras preocupaciones,
y la sensación de ahogarme en ellas.
Recuerdo algunas de esas absurdas angustias,
que ahora observo con trivialidad desde la distancia.

Recuerdo el primer no-amor…,
con la demoledora mirada del tiempo.
Recuerdo desear verla sin mesura,
y al rato querer morirme.

Luego recuerdo años de lento aprendizaje,
la constatación de la vida que me construía.
Recuerdo inseguridad e incertidumbre,
probablemente la base de todo buen crecimiento.

Recuerdo sensaciones dispares y desconcertantes,
recuerdo a mis padres gritándome que bajara la música,
recuerdo las homilías de los domingos de aquel atípico cura,
recuerdo los sándwiches de Nocilla compartidos,
recuerdo mis pecas y mis primeros cumplidos,
recuerdo mis cintas de casete,
recuerdo mis particulares principios púberes,
recuerdo mis primeros encontronazos con el mundo.
Recuerdo agarrarme al recuerdo entonces,
como ya no hago ahora.

Dignifiquemos el subestimado recuerdo,
sujetémoslo bien a nuestro presente,
pues tarde o temprano nos recordará quiénes fuimos.

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Autorretrato

 

 

 

 

 

 

 

Ahora soy más que ayer, y menos que mañana.
Soy todo aquello que mis padres me enseñaron,
con las mejores intenciones.

Quizás fui mejor, quizás seré peor.
Pero soy justo lo que quiero ser.

Fui muchas imprecisiones, fruto de la inexperiencia,
fui todo aquello que se resulta ser al venir de fábrica.
Fui un trocito de arcilla por moldear,
en parte fui lo que me dejaron ser.

Entre medias pasó mi vida, casi como una chasquido.
Y de la noche a la mañana me encuentro en otro estadio.

Yo soy yo, y cada una de mis (elegidas) circunstancias.
Soy yo cuando pienso en escribir, y reflexionar.
Soy yo cuando río con el sarcasmo más extremo.
Soy yo cuando sobre todo dudo.
Soy yo cuando lloro, no muy a menudo.
Soy yo cuando escucho una canción y pienso que ojalá la hubiera escrito.
Sé que soy yo porque ahora me conozco.

Pero especialmente soy yo porque me acepto más y mejor que nunca.
Y también porque ELLA me recuerda lo que me quiere.

Soy un poco hombre-gris, de los que no ven ni medio llena la botella del mundo,
pero también sé que lo mejor puede estar por venir.
Soy esa persona que escucha y en la que puedes confiar,
porque sé lo hermoso que resulta la empatía.

Soy un intento de buena persona,
aunque en ocasiones surjan brotes de oscuridad.
Soy taciturno y reservado en los grandes círculos,
pero cercano y afable en el vis a vis.

Soy el ser más cariñoso con mi amigo de cuatro patas,
y a veces no tanto con los que bien me quieren.
Soy un estúpido y un cretino gran parte de ese tiempo,
y siempre me arrepiento a posteriori.

Quiero ser mejor.
No quiero envejecer hosco y huraño.
No quiero mirar atrás y despertar con arrepentimiento,
porque lo andado ya no se puede desandar.
Quiero ser y vivir razonablemente feliz,
al menos beber de a poco esos momentos.
Quiero aceptar lo que venga con tranquilidad,
porque solo así seré un YO más completo.

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Prefiero

 

 

 

 

Prefiero el frío al calor,
un buen día viendo llover, a un día de arena y playa.
Prefiero el perro al gato,
la fidelidad a costa de la dependencia, al egoísmo de la indiferencia.

Prefiero el verde esperanza al rojo pasional,
la fe ciega en el ser humano, a la gran mentira del amor.
Prefiero lo complejo a lo simple,
aún sabiendo que salgo perdiendo.

Prefiero el anhelo incierto e inmortal, al deseo por consumir.
Prefiero el abrazo de varios días,
prefiero tu mano cogiendo la mía por sorpresa.

Prefiero la sinceridad dolorosa, al falso abrigo de la mentira.
Prefiero un silencio incómodo, a la vacua verborrea.
Prefiero la soledad escogida, a la sobrevalorada compañía.

Prefiero los vinilos,
prefiero la tortilla apenas cuajada,
prefiero la carne poco hecha.
Prefiero los Beatles a los Stones.
Prefiero a Cruyff antes que a Maradona.

Prefiero la madurez de los años, al ímpetu de la juventud.
Prefiero mis días tristes,
prefiero llorar a solas,
prefiero crecer a tu lado que sin ti.

Prefiero un compás lento y prometedor.
Prefiero el disfrute del camino, a la ansiada llegada.
Prefiero la reflexión en el tiempo, a la reacción inmediata.
Prefiero la calma, y los planes de domingo contigo.

Prefiero las puertas abiertas,
prefiero un apretón fuerte de manos.
Prefiero la ingenuidad de las primeras veces.
Prefiero esa mirada cómplice que no precisa palabras.

Prefiero el cine realista, a los cuentos de hadas.
Prefiero la consciencia del dolor y el sufrimiento.
Prefiero la VIDA con todas y cada una de sus letras.
Prefiero SER a estar.

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Confinamiento

confinamiento

Son días extraños, son días únicos.
Serán días recordados, serán días contados.

Hoy jugamos a crear rutinas antes aparcadas,
esas que antes despreciábamos al calor de nuestro público.
Hoy retomamos el disfrute de algunas tareas,
en otros tiempos proscritas, tediosas y casi siempre desterradas.

Dicen que hoy dedicamos más tiempo a reflexionar.
Dicen que estos días nos harán más fuertes.
Dicen que de esta saldremos todos juntos, más unidos.
Dicen que aprenderemos de nuestros errores.

Pero el ser humano es justo esa encrucijada caleidoscópica,
y las pequeñas cosas siempre estuvieron, están y estarán…

Miramos la vida pasar, como quien mira una sucesión de momentos,
encorajados, sabiendo que vendrán otros.
Vivimos nuestras vidas dándolas por sentadas,
asumiendo ese final feliz que tantas veces nos contaron de niños.

Dicen eso de cuando todo esto pase
Y una retahíla de deseos y sueños antes mundanos
se lanza al abismo de la esperanza, esperando no caer en el vacío.

Ojalá todo pase cuanto antes, ojalá un mundo diferente.
Pero sobre todo, ojalá crezcamos y dignifiquemos el SER.
Ojalá no tener que recordar,
a los mismos que aplauden a las 8 de la tarde,
que esto no ha sido un paréntesis de película,
que la paciencia del universo tiene un límite.

Dediquémonos tiempo, sí.
Dediquémonoslo. Paremos y observemos la quietud.
Escuchemos los sabios consejos del silencio.
Y luego, entonces…, salgamos a pasear con la mirada renovada.

 

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Espacio

burbuja

 

 

 

 

 

Era allí donde se formulaba su viaje deseado,
donde los esquemas vitales se desmontaban
y los círculos sólo se cuadraban excepcionalmente.
Espacio entre los espacios, su particular lugar.

Como todo en la vida era una cuestión de elección;
dos bandos enfrentados totalmente antagónicos.
Cada uno con sus atractivos, cada uno con sus mezquindades.
La idea del equilibro siempre había sido un mero delirio.

Despertares sin los buenos días, sin sonrisas crecientes;
no más noches sin aquellos preciosos besos póstumos.
Ya no habría que buscar aquel calor humano bajo las sábanas,
ahora la suerte sería única y libre; quizás estrellada.

Pero la posible renuncia a su propia esencia era el tormento a aniquilar.
La misión era de alto rango; y el sacrificio podía merecer la pena.
¿Por qué siempre habría daños colaterales y damnificados?
‘En la guerra y el amor todo vale’, o eso se decía…

La estampa se preveía cruda y las lágrimas se precipitaban,
como el que se anticipa sabio al arrepentimiento,
ante un desenlace de tinieblas, por fin..

En cualquier caso, siempre le quedaría la satisfacción de lo aprendido,
la opción de recurrir siempre a la memoria, al recuerdo del tacto
de sus manos, de los abrazos guardados…

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El cambio

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Con paso firme avanzaba voluntarioso
por aquel camino incierto, pero hermoso.
Al principio se había detenido a reflexionar,
sobre aquellas preguntas recurrentes.

Tenía la posibilidad de abrazar el tiempo,
anidar aquel cariño naciente.
Cada día, las rutinas, eran un regalo
muchas veces antes ignorado.

Únicamente pensaba en crecer,
con todo lo aprendido y desaprendido.
Tan sólo un único destino;
el mañana esperaba ilusionante.

Para entonces todas sus neuras quedaban atrás,
los viejos fantasmas se habían tornado en consejeros.
Y la satisfacción de saberse dueño y señor de su propia vida
le proporcionaba aquella sonrisa natural, recién llegada.

Ella tenía gran culpa. Mucha de hecho.
Sin saberlo, ella había sido la gran instigadora del cambio.
El poder cautivador de la espontaneidad y la nobleza,
la magia de lo simple en lo complejo.

Aquella noche, bajo un cielo de paja,
con las estrellas como testigos,
él le prometió amor honesto,
ella su corazón.

Para M

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Fantasmas

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Cómodo entre toda aquella naturaleza invisible
calmo y quieto sin levantar sospechas.
Allí se encontraba entre tanta luz y movimiento,
albergando expectativas de contacto casi improbables.

Arrastraba su pecado, como el resto de su especie,
y su único plan era prevalecer y sobrevivir al olvido.
Era el castigo devastador de una herencia maltrecha.
Era un carácter forjado en la penumbra más fértil.

La magia de la imperceptibilidad quedaba al descubierto,
y para él, el misterio estaba en lo evidente y palmario.
Gozar del roce del agua al brotar, doler con el clavo ardiente.
Encontrar electricidad en los sonidos que le envolvían.

Nacen sin querer para dar sentido cualquier otra vida.
Viven bajo el yugo del desconocimiento y el rechazo.
Se alimentan de historias ajenas disfrazadas de medias verdades.
Y se extinguen con el caer de las flores, sin avisar.

Vagan por las calles, silenciosos.
Con cadenas que anuncian resignación.
Y mientras los días persistirán sin ellos, sin melancolía,
por su esencia, minúscula e intangible.

Pero su tesoro es incalculable y poderoso,
En sus entrañas ruge todo aquel amor guardado.
Desperdiciado y condenado en el vació habitado,
buscando un ser valiente sobre el que posarse.

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